Eduardo Alemán

La trascendencia de Sor Juana Inés de la Cruz: Una luz en la oscuridad colonial del siglo XVII

Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), ”copia fiel” siglo XVIII

Sor Juana Inés de la Cruz, una figura emblemática del Siglo de Oro de la literatura española, es una de las escritoras más destacadas de la historia de la literatura universal. Su vida y obra trascienden el tiempo y el espacio, dejando un legado perdurable que sigue inspirando a generaciones posteriores.

Sor Juana Inés de la Cruz nació en 1648 en San Miguel Nepantla, México, en una época en la que las mujeres tenían un acceso limitado a la educación y se esperaba que se conformaran con roles domésticos. Sin embargo, desde una edad temprana, Sor Juana demostró un talento excepcional para el aprendizaje y la escritura. A la edad de tres años, ya había aprendido a leer y escribir, y a los ocho años, impresionaba a los académicos locales con su agudeza intelectual.

A lo largo de su vida, Sor Juana desafió las normas sociales y religiosas de su tiempo al buscar activamente el conocimiento y la expresión intelectual. Ingresó al convento de las Carmelitas Descalzas en su adolescencia, buscando refugio y la oportunidad de dedicarse al estudio y la contemplación. Sin embargo, pronto se trasladó al Convento de San Jerónimo, donde tuvo acceso a una impresionante biblioteca y pudo continuar su búsqueda de conocimiento.

Sor Juana se destacó como poeta, dramaturga, ensayista y erudita, produciendo una vasta obra que abarcaba temas tan diversos como la religión, la filosofía, la ciencia, el amor y la naturaleza. Su poesía, en particular, se caracteriza por su profundidad emocional, su agudeza intelectual y su habilidad para explorar los rincones más oscuros del alma humana. Obras como "Primero Sueño" y "Redondillas" son ejemplos magistrales de su genio poético, que sigue resonando con los lectores modernos.

Sin embargo, la vida de Sor Juana estuvo marcada por el conflicto entre su búsqueda de conocimiento y su compromiso religioso. A pesar de su devoción a la Iglesia Católica, Sor Juana fue objeto de críticas y censura por parte de las autoridades eclesiásticas, que veían con desconfianza su ferviente deseo de aprender y enseñar. En 1694, Sor Juana fue obligada a renunciar a sus actividades literarias y dedicarse exclusivamente a la vida religiosa, en un intento de silenciar su voz rebelde y subversiva.

Aunque su vida terminó en relativo aislamiento y penuria, el legado de Sor Juana perdura hasta el día de hoy como un faro de luz en la oscuridad del pasado. Su valiente lucha por la educación, la igualdad y la libertad intelectual la convierte en un símbolo de resistencia y empoderamiento para las mujeres y los marginados en todas partes. A través de su ejemplo, Sor Juana nos recuerda la importancia de desafiar las normas establecidas, perseguir nuestros sueños y luchar por un mundo más justo y compasivo.

Sor Juana Inés de la Cruz es mucho más que una figura histórica; es un ícono de la valentía, la pasión y el ingenio humano. Su vida y obra continúan inspirando a millones de personas en todo el mundo, recordándonos que el conocimiento es una herramienta poderosa para la liberación y el cambio. En un mundo que aún lucha por la igualdad y la justicia, el legado de Sor Juana sigue siendo una fuente de esperanza y inspiración para las generaciones futuras.

A continuación un fragmento de su "Respuesta a Sor Filotea de la Cruz", un ensayo epistolar escrito en 1691, que es una defensa apasionada de la educación de las mujeres y de su derecho al conocimiento. Surge como una respuesta directa a las críticas de un obispo, quien, bajo el seudónimo de "Sor Filotea", cuestionó la legitimidad de los escritos de Sor Juana y su participación en debates teológicos. En su respuesta, Sor Juana defiende con pasión su derecho y el de todas las mujeres a buscar el conocimiento y a participar en discusiones intelectuales.

"Hallábase el Príncipe de los Apóstoles, en un tiempo, tan distante de la sabiduría como pondera aquel enfático: Petrus vero sequebatur eum a longe; tan lejos de los aplausos de docto quien tenía el título de indiscreto: Nesciens quid diceret; y aun examinado del conocimiento de la sabiduría dijo él mismo que no había alcanzado la menor noticia: Mulier, nescio quid dicis. Mulier, non novi illum. Y ¿qué le sucede? Que teniendo estos créditos de ignorante, no tuvo la fortuna, sí las aflicciones, de sabio. ¿Por qué? No se dio otra causal sino: Et hic cum illo erat. Era afecto a la sabiduría, llevábale el corazón, andábase tras ella, preciábase de seguidor y amoroso de la sabiduría; y aunque era tan a longe que no le comprendía ni alcanzaba, bastó para incurrir sus tormentos. Ni faltó soldado de fuera que no le afligiese, ni mujer doméstica que no le aquejase. Yo confieso que me hallo muy distante de los términos de la sabiduría y que la he deseado seguir, aunque a longe. Pero todo ha sido acercarme más al fuego de la persecución, al crisol del tormento; y ha sido con tal extremo que han llegado a solicitar que se me prohiba el estudio.
Una vez lo consiguieron una prelada muy santa y muy cándida que creyó que el estudio era cosa de Inquisición y me mandó que no estudiase. Yo la obedecí (unos tres meses que duró el poder ella mandar) en cuanto a no tomar libro, que en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no lo pude hacer, porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba en todas las cosas que Dios crió, sirviéndome ellas de letras, y de libro toda esta máquina universal. Nada veía sin refleja; nada oía sin consideración, aun en las cosas más menudas y materiales; porque como no hay criatura, por baja que sea, en que no se conozca el me fecit Deus, no hay alguna que no pasme el entendimiento, si se considera como se debe. Así yo, vuelvo a decir, las miraba y admiraba todas; de tal manera que de las mismas personas con quienes hablaba, y de lo que me decían, me estaban resaltando mil consideraciones: ¿De dónde emanaría aquella variedad de genios e ingenios, siendo todos de una especie? ¿Cuáles serían los temperamentos y ocultas cualidades que lo ocasionaban? Si veía una figura, estaba combinando la proporción de sus líneas y mediándola con el entendimiento y reduciéndola a otras diferentes. Paseábame algunas veces en el testero de un dormitorio nuestro (que es una pieza muy capaz) y estaba observando que siendo las líneas de sus dos lados paralelas y su techo a nivel, la vista fingía que sus líneas se inclinaban una a otra y que su techo estaba más bajo en lo distante que en lo próximo: de donde infería que las líneas visuales corren rectas, pero no paralelas, sino que van a formar una figura piramidal. Y discurría si sería ésta la razón que obligó a los antiguos a dudar si el mundo era esférico o no. Porque, aunque lo parece, podía ser engaño de la vista, demostrando concavidades donde pudiera no haberlas.
...
Confieso también que con ser esto verdad tal que, como he dicho, no necesitaba de ejemplares, con todo no me han dejado de ayudar los muchos que he leído, así en divinas como en humanas letras. Porque veo a una Débora dando leyes, así en lo militar como en lo político, y gobernando el pueblo donde había tantos varones doctos. Veo una sapientísima reina de Sabá, tan docta que se atreve a tentar con enigmas la sabiduría del mayor de los sabios, sin ser por ello reprendida, antes por ello será juez de los incrédulos. Veo tantas y tan insignes mujeres: unas adornadas del don de profecía, como una Abigaíl; otras de persuasión, como Ester; otras, de piedad, como Rahab; otras de perseverancia, como Ana, madre de Samuel; y otras infinitas, en otras especies de prendas y virtudes.
Si revuelvo a los gentiles, lo primero que encuentro es con las Sibilas, elegidas de Dios para profetizar los principales misterios de nuestra Fe; y en tan doctos y elegantes versos que suspenden la admiración. Veo adorar por diosa de las ciencias a una mujer como Minerva, hija del primer Júpiter y maestra de toda la sabiduría de Atenas. Veo una Pola Argentaria, que ayudó a Lucano, su marido, a escribir la gran Batalla Farsálica. Veo a la hija del divino Tiresias, más docta que su padre. Veo a una Cenobia, reina de los Palmirenos, tan sabia como valerosa. A una Arete, hija de Aristipo, doctísima. A una Nicostrata, inventora de las letras latinas y eruditísima en las griegas. A una Aspasia Milesia que enseñó filosofía y retórica y fue maestra del filósofo Pericles. A una Hipasia que enseñó astrología y leyó mucho tiempo en Alejandría. A una Leoncia, griega, que escribió contra el filósofo Teofrasto y le convenció. A una Jucia, a una Corina, a una Cornelia; y en fin a toda la gran turba de las que merecieron nombres, ya de griegas, ya de musas, ya de pitonisas; pues todas no fueron más que mujeres doctas, tenidas y celebradas y también veneradas de la antigüedad por tales. Sin otras infinitas, de que están los libros llenos, pues veo aquella egipcíaca Catarina, leyendo y convenciendo todas las sabidurías de los sabios de Egipto. Veo una Gertrudis leer, escribir y enseñar. Y para no buscar ejemplos fuera de casa, veo una santísima madre mía, Paula, docta en las lenguas hebrea, griega y latina y aptísima para interpretar las Escrituras. ¿Y qué más que siendo su cronista un Máximo Jerónimo, apenas se hallaba el Santo digno de serlo, pues con aquella viva ponderación y enérgica eficacia con que sabe explicarse dice: Si todos los miembros de mi cuerpo fuesen lenguas, no bastarían a publicar la sabiduría y virtud de Paula. Las mismas alabanzas le mereció Blesila, viuda; y las mismas la esclarecida virgen Eustoquio, hijas ambas de la misma Santa; y la segunda, tal, que por su ciencia era llamada Prodigio del Mundo. Fabiola, romana, fue también doctísima en la Sagrada Escritura. Proba Falconia, mujer romana, escribió un elegante libro con centones de Virgilio, de los misterios de Nuestra Santa Fe. Nuestra reina Doña Isabel, mujer del décimo Alfonso, es corriente que escribió de astrología. Sin otras que omito por no trasladar lo que otros han dicho (que es vicio que siempre he abominado), pues en nuestros tiempos está floreciendo la gran Cristina Alejandra, Reina de Suecia, tan docta como valerosa y magnánima, y las Excelentísimas señoras Duquesa de Aveyro y Condesa de Villaumbrosa."

La carta completa: “Respuesta de La Poetisa a La Muy Ilustre Sor Filotea de La Cruz”. Sor Juana Inés de la Cruz.


Pensar, rápido y despacio: Un viaje a través de la mente humana

Portada del libro Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman

En su libro "Pensar rápido, pensar despacio", el renombrado psicólogo Daniel Kahneman nos lleva en un fascinante viaje a través de los laberintos de la mente humana, explorando los dos sistemas que impulsan nuestro pensamiento y toma de decisiones. A través de una mezcla hábil de investigación científica y anécdotas reveladoras, Kahneman nos sumerge en el mundo de la psicología cognitiva, desentrañando los misterios de cómo pensamos y por qué a menudo nos equivocamos.

El libro presenta dos sistemas fundamentales de pensamiento: el Sistema 1, rápido e intuitivo, y el Sistema 2, más despacio y deliberado. El Sistema 1 opera de forma automática y sin esfuerzo, tomando decisiones rápidas basadas en la intuición y la experiencia pasada. Por otro lado, el Sistema 2 es el encargado del pensamiento analítico y reflexivo, requiriendo esfuerzo mental consciente.

Kahneman explora cómo estos dos sistemas interactúan entre sí, revelando cómo el Sistema 1 a menudo domina nuestras decisiones cotidianas, incluso cuando creemos estar utilizando el Sistema 2 de manera consciente. Además, el autor examina una amplia gama de sesgos cognitivos que afectan nuestra toma de decisiones, desde el sesgo de confirmación hasta el efecto de anclaje.

Una de las contribuciones más significativas del libro es la identificación de la "ilusión de validez", que sugiere que confiamos demasiado en nuestra intuición, incluso cuando no es confiable. Kahneman también discute el impacto de la aversión a la pérdida y la aversión al riesgo en nuestras decisiones financieras y cómo estas tendencias pueden llevarnos a tomar decisiones irrazonables.

A través de una serie de estudios y experimentos, Kahneman ilustra cómo los humanos son inherentemente propensos a cometer errores sistemáticos en su pensamiento, y cómo estos errores pueden tener consecuencias significativas en nuestras vidas personales y profesionales. Sin embargo, el autor ofrece esperanza al destacar que al comprender los mecanismos subyacentes de nuestros procesos de pensamiento, podemos aprender a mitigar estos sesgos y tomar decisiones más informadas y racionales.

"La pregunta que más a menudo se hace sobre las ilusiones cognitivas es la de si pueden ser vencidas. El mensaje de estos ejemplos no es alentador. Como el Sistema 1 opera automáticamente, y no puede ser desconectado a voluntad, los errores del pensamiento intuitivo son muchas veces difíciles de prevenir. Los sesgos no siempre pueden evitarse, porque el Sistema 2 puede no tener un indicio del error. Cuando existen indicios de errores probables, estos solo pueden prevenirse con un control reforzado y una actividad más intensa del Sistema 2. Sin embargo, adoptar como norma de vida la vigilancia continua no es necesariamente bueno, y además es impracticable. Cuestionar con constancia nuestro pensamiento sería insoportablemente tedioso, y el Sistema 2 es demasiado lento e ineficiente para servir de sustituto del Sistema 1 en las decisiones rutinarias. Lo mejor que podemos hacer es llegar a un compromiso: aprender a reconocer situaciones en las que los errores sean probables y esforzarnos en evitar errores importantes cuando están en juego cosas de primer orden. La premisa de este libro es que es más fácil reconocer los errores de otros que los nuestros."

En resumen, "Pensar rápido, pensar despacio" es una obra maestra que ofrece una visión penetrante de la mente humana y sus tendencias cognitivas. A través de una prosa clara y accesible, Kahneman nos desafía a reflexionar sobre nuestras propias decisiones y nos brinda herramientas valiosas para mejorar nuestro pensamiento crítico y nuestra toma de decisiones en todos los aspectos de la vida. Este libro es una lectura obligatoria para cualquiera interesado en entender cómo funciona la mente y cómo podemos aprovechar su potencial al máximo.


Iris Murdoch: Las metáforas y la soberanía del bien sobre otros conceptos

Foto de Iris Murdoch
Iris Murdoch. Uso Justo. Fuente: Wikipedia.

Iris Murdoch tenía una perspectiva interesante sobre las metáforas, que a menudo exploraba en sus escritos filosóficos. En su libro "La metafísica como guía para la moral", Murdoch profundiza en el papel del pensamiento metafórico en la configuración de nuestra comprensión de la realidad y nuestra vida moral.

Murdoch creía que las metáforas no son sólo recursos lingüísticos, sino que son esenciales en la forma en que percibimos y damos sentido al mundo. Las metáforas, sostuvo, no son meramente decorativas u ornamentales, sino que pueden moldear profundamente nuestro pensamiento, influyendo en cómo percibimos e interactuamos con la realidad.

Según Murdoch, las metáforas desempeñan un papel crucial en la percepción y comprensión moral. Pueden iluminar aspectos de nuestra experiencia que son difíciles de expresar directamente y pueden ayudarnos a comprender conceptos y relaciones morales complejas. Las metáforas también pueden servir como herramientas para la imaginación moral, permitiéndonos imaginar formas alternativas de ser y actuar en el mundo.

En su ensayo "La soberanía del bien sobre otros conceptos", Iris Murdoch explora el bien como metáfora imprescindible del pensamiento moral. Murdoch argumenta en contra de la noción predominante de que el bien puede reducirse a un conjunto de reglas o principios, abogando en cambio por una comprensión más matizada y compleja del comportamiento ético.

Un elemento central de su argumento es la idea de que el bien surge de un profundo compromiso con la realidad y un compromiso con la atención moral o la atención plena hacia las necesidades e intereses de los demás. La idea del bien como una mera abstracción o ideal es rechazada, enfatizando en cambio sus implicaciones prácticas para la conducta y las relaciones humanas.

Murdoch también critica la tendencia a conceptualizar la moralidad en términos de códigos morales o sistemas éticos rígidos. Sostiene que tales enfoques a menudo no logran captar la complejidad y riqueza de la vida moral, lo que lleva a la ceguera moral y la distorsión ética.

En cambio, Murdoch propone que el bien implica un tipo de percepción o compás moral que nos permite ver el mundo y nuestro lugar en él con mayor claridad. Destaca la importancia de la empatía, la imaginación y la capacidad de ver las cosas desde múltiples perspectivas en la vida moral.

A continuación un fragmento de su ensayo "La soberanía del bien sobre otros conceptos":

"Asumo que los seres humanos son por naturaleza egoístas y que la vida humana no tiene un punto externo o τέλος. Que los seres humanos son de modo natural egoístas parece mostrarlo la evidencia, cuandoquiera y dondequiera que los observemos, a pesar de un número muy pequeño de aparentes excepciones. Sobre la naturaleza de este egoísmo, la psicología moderna tiene algo que decirnos. La psique es un individuo históricamente determinado que se busca incesantemente a sí mismo. En algunos aspectos se parece a una máquina; para operar necesita fuentes de energía, y está predispuesta a determinadas pautas de actividad. El área de su alardeada libertad de elección no es normalmente muy grande. Uno de sus mayores pasatiempos es soñar con los ojos abiertos. Es reacia a enfrentarse a realidades desagradables. Su conciencia no es normalmente un cristal transparente a través del cual mira el mundo, sino una nube de ensueños más o menos fantásticos diseñada para proteger a la psique del dolor. Constantemente busca consuelo, bien a través de un hinchamiento imaginario del yo o bien a través de ficciones de naturaleza teológica. Hasta su amor es, demasiado a menudo, una afirmación del yo. Pienso que probablemente podemos reconocernos en esta descripción tan deprimente."

Otro fragmento:

"He estado hablando de la indefinibilidad del Bien; pero ¿no hay realmente nada más que podamos decir acerca de él? Incluso si no podemos encontrarle otro nombre, incluso si debe pensarse como solitario y elevado, ¿no hay otros conceptos, u otro concepto, con los que tenga alguna relación muy especial?. Los filósofos han intentado a menudo discernir dicha relación: la Libertad, la Razón, la Felicidad, el Coraje o la Historia han sido recientemente probados para tal fin. No encuentro convincentes ninguno de estos candidatos. Parecen representar en cada caso la admiración del filósofo por algún aspecto específico de la conducta humana muy por debajo de la excelencia total y algunas veces dudoso en sí mismo. He mencionado ya un concepto con una pretensión determinada y en la conclusión volveré a él. Quiero hablar ahora del que es quizás el más obvio así como el más antiguo y tradicional aspirante, aunque uno que es raramente mencionado por nuestros filósofos contemporáneos, y ése es el Amor. Por su puesto el Bien es soberano sobre el Amor, como es soberano sobre los otros conceptos, porque el amor puede nombrar algo malo."

Finalmente:

"Quizás el hallazgo de otros nombres para el Bien o el establecimiento de sus relaciones especiales no sean más que una especie de juego personal. Sin embargo quiero, para terminar, realizar sólo un movimiento más. La bondad está relacionada con la aceptación de la muerte real, del azar real y de la fugacidad real, y sólo en el contexto de esta aceptación, que es psicológicamente tan difícil, podemos comprender en toda su amplitud lo que es la virtud. La aceptación de la muerte es una aceptación de nuestra propia nada, que es una incitación automática a que nos concierna lo que no somos nosotros mismos. El hombre bueno es humilde; es muy distinto del gran Lucifer neokantiano. Es mucho más como el recaudador de impuestos de Kierkegaard. La humildad es una rara virtud, pasada de moda y a menudo difícil de discernir. Sólo raramente se encuentra uno con alguien en quien brilla auténticamente, en quien uno percibe con asombro la ausencia de los ansiosos y avariciosos tentáculos del yo. En realidad, cualquier otro nombre para el Bien debe ser un nombre parcial; pero los nombres de las virtudes sugieren direcciones del pensamiento, y esta dirección me parece a mí mejor que la sugerida por concepciones más populares tales como la libertad y el coraje. El hombre humilde, porque se ve a sí mismo como nada, puede ver otras cosas como ellas son. Ve el sinsentido de la virtud, su valor único y el alcance sin fin de su demanda. Simone Weil nos dice que la exposición del alma a Dios condena a su parte egoísta no al sufrimiento sino a la muerte. El hombre humilde percibe la distancia entre el sufrimiento y la muerte. Y aunque él no es por definición el hombre bueno, quizás es la clase de hombre que, con mayor probabilidad, llegue a ser bueno."

Los órdenes clásicos griegos en el primer tratado sobre la arquitectura

Los Diez Libros de Arquitectura de Vitruvio son una obra clásica que ha perdurado a lo largo del tiempo, influenciando la arquitectura del mundo occidental. Vitruvio nos deja saber en su obra cuan importante eran los principios de belleza y proporción en el arte griego y romano. Es en el libro IV que Vitruvio explora los órdenes dórico, jónico y corintio, cimientos de la arquitectura griega.

De acuerdo con Vitruvio, el mismo Doro que era hijo de Helén o Heleno, el hombre que dio su nombre a los helenos (los griegos), construyó en Argos un templo a la diosa Juno. Este templo fue el primer templo dórico. Por lo tanto, el orden dórico es el más sobrio y antiguo de los tres.

"Como querían erigir este templo con columnas, y no sabían las proporciones adecuadas de ellas, ni sabían la forma en que debían construirse, para que al mismo tiempo fueran aptas para soportar el peso sobre ellas, y para producir un efecto hermoso, midieron el pie de un hombre, y encontrando su longitud la sexta parte de su altura, dieron a la columna una proporción similar, es decir, hicieron su altura, incluyendo el capitel, seis veces el espesor de la eje, medido en la base. Así, el orden dórico obtuvo su proporción, su fuerza y su belleza de la figura humana."
La Acrópolis
Las columnas de la Acrópolis representativas del orden dórico. Foto del autor.

Después del dórico, según Vitruvio, el orden jónico fue inventado por los atenienses al construirse el templo de Diana. Esta vez midiéndose el pies de una mujer y haciendo las columnas "ocho veces más gruesas que la altura". Se adicionó la basa "a modo de zapato" y a los capiteles se les adicionó volutas, "como cabellos rizados".

El Erecteón o Erecteion
Las columnas de el Erecteón o Erecteion representativas del orden jónico. Foto del autor.

Finalmente, nos dice Vitrubio, aparece el orden corintio, el cual es de mejor gusto y de mayor utilización de las proporciones. Inventado por Calímaco, "a quien los atenienses llamaban Catatecnos por su gran ingenio y gusto", al pasar por la tumba de una joven virgen corintia. En su sepulcro las nodrizas habían colocado una cesta con algunas cositas que solían complacer a la muchacha en vida.

"Esta cesta estaba situada encima de la raíz de un acanto. La raíz de acanto... cuando llegó la primavera, brotó hojas y tallos en el medio, y los tallos, creciendo a lo largo de los lados de la canasta y presionados por las esquinas de la teja debido a la compulsión de su peso, fueron obligados a doblarse en volutas en los bordes exteriores."

Las columnas corintias poseen entonces hojas de acanto y flores de ábaco en su capitel, son más esbeltas en representación de la figura de una muchacha, y cada detalle es exquisita y delicadamente proporcional.

Las columnas del templo de Zeus Olímpico en Atenas
Las columnas del templo de Zeus Olímpico en Atenas representativas del orden corintio. Foto del autor.

Explorar los Diez Libros de Arquitectura de Vitruvio es adentrarse en las raíces mismas de la arquitectura occidental, donde cada columna, capitel y frontón tienen un significado profundo que trasciende el simple aspecto estético. Desgraciadamente De Architectura llegó al Renacimiento sin ilustraciones. Actualmente la Biblioteca Británica conserva el manuscrito más antiguo de Vitruvio, un manuscrito carolingio (la ilustración carolingia es un tema muy interesante) de la Alemania de principios del siglo IX. Como indica la historiadora estadounidense de la arquitectura Carol Herselle Krinsky en un estudio publicado en 1967, la obra de Vitrubio era muy bien conocida en el medioevo. Kinsky cita como evidencia del conocimiento medieval del De Architectura de Vitruvio, los informes de eruditos como el escritor franco del siglo IX Eginardo y el anglosajón Alcuino de York, ambos relacionados con el renacimiento carolingio.

Citas

Krinsky, Carol Herselle. “Seventy-Eight Vitruvius Manuscripts.” Journal of the Warburg and Courtauld Institutes 30 (1967): 36-70. https://doi.org/10.2307/750736.


Tolstói, el chimpancé y el significado del arte

Pintura del chimpancé Congo de estilo lírico abstracto impresionista. Dominio Público.
Pintura del chimpancé Congo de estilo lírico abstracto impresionista. Dominio Público.

En el extracto de su libro "¿Qué es el arte?", el famoso novelista ruso León Tolstói caracteriza el arte en términos de comunicación de sentimientos entre personas o "infección" a través del medio artístico ("los movimientos, las líneas, los colores"). También propone una regla general para juzgar la obra de arte: "cuanto más fuerte sea la infección, mejor será el arte". Este "contagio infeccioso" de sentimientos, según Tolstói, es posible cuando "la individualidad, la claridad y la sinceridad" son incrustadas en la obra de arte por el artista.

La tríada artista, obra de arte y audiencia convergen necesaria y harmoniosamente - en la teoría de la comunicación jacobsoniana el enunciador, el medio y el destinatario -. Y este énfasis en la teoría del arte de Tolstói en lo "comunicativo" no excluye, en mi opinión, que la creación de un chimpancé sea considerada arte siempre y cuando la obra del simio contenga un "grado de contagiosidad" elevado. La obra de un simio artista que sea capaz de provocar una pandemia comunicativa de sentimientos sería entonces una gran obra de arte.

Si seguimos leyendo a Tolstói, es en la segunda parte de su estética donde el chimpancé se convierte en un verdadero artista de la modernidad. Tolstói dice que el arte tiene tres elementos: individualidad, claridad y sinceridad. Estos dependen del artista. No creo que haya cosa alguna más individual, clara y sincera que un chimpancé y su arte. El arte simio, aunque generalmente abstracto, seguramente sería comprendido por un simple campesino, un requisito además que Tolstói le adjudica a toda obra genuinamente artística.

Quizás Tolstói nunca aceptaría que los chimpancés pudieran ser grandes artistas. A fin de cuentas, el arte es para Tolstói una actividad humana, de intercambio entre humanos. El arte debe también contribuir a la moralidad lo que hace que los animales queden fuera. No se puede juzgar moralmente a un chimpancé.

Pero creo que deberíamos salvar la teoría de Tolstói de estos prejuicios morales y proponer que si el arte se obtiene como dice él a través de la individualidad, la claridad y la sinceridad del mensaje, no importa si este es simio o humano, siempre y cuando se provoque en el receptor emociones y sentimientos genuinos.


La regla de los árboles de Leonardo da Vinci

Los Cuadernos de Leonardo da Vinci, escritos entre 1478 y 1518, permiten adentrarse en la mente de uno de los genios de mayor everdagura que jamás haya producido la humanidad. Los Cuadernos contienen aproximadamente 13000 páginas de notas, bocetos, inventos y dibujos que recorren un vasto repertorio de intereses e ideas dentro de las cuales, por solo citar unas cuantas, se encuentran diseños de vehículos y armamentos (e.g. un helicóptero, una máquina de asalto y una ballesta); listas de términos académicos; disertaciones sobre aspectos de la pintura como la luz, la sombra, las refleciones sobre objetos opacos y la perspectiva; la teoría de los colores; observaciones sobre la proporción del cuerpo humano, su anatomía y fisiología, y muchísimos otros temas.

Las páginas de los Cuadernos se encuentran dispersadas y en la actualidad existen varias colecciones o códices, algunas de la cuales pueden ser consultadas en línea como el Codex Arundel a través de la Biblioteca Británica, el Codex Trivulzianus a través de Archivo Storico Civico e Biblioteca Trivulziana, el Codex Foster I, Codex Forster II y el  Codex Forster III a través del Museo Victoria and Albert, o los Códices Madrid a través de la Biblioteca Nacional de España.

El contenido de los Cuadernos muestra claramente el amplio espectro de intereses de Leonardo y sus agudas observaciones en múltiples áreas de la ciencia.

En una de las páginas de los Cuadernos, que se hayan en el Manuscrito M, el más pequeño de los manuscritos supervivientes y que se pueden consultar en este sitio de la Biblioteca del Instituto de Francia, Leonardo expone su Regla de los Árboles, que establece que, a medida que los árboles crecen, el grosor de todas sus ramas a una determinada altura es igual al grosor de su tronco (o madre rama).


Imagen de una de las páginas de los Cuadernos de Leonardo da Vinci representando la regla de los árboles.
Cita de Los cuadernos de Leonardo Da Vinci, volumen 1: 394. "Todas las ramas de un árbol en cada etapa de su altura, cuando se juntan, tienen el mismo grosor que el tronco [debajo de ellas]."
395. "Cada año, cuando las ramas de una planta [o árbol] hayan terminado de madurar su crecimiento, habrán formado, juntas, un espesor igual al del tallo principal; y en cada etapa de su ramificación encontraréis el espesor de dicho tallo principal; como: i k, g h, e f, c d, a b, serán siempre iguales entre sí; a menos que el árbol sea desmochado; de ser así, la regla no se cumple."
Nótese la escritura de derecha a izquierda, para que se pueda leer sosteniendo sus páginas frente a un espejo.
Fuente: de Vinci, L. (2020a). Manuscrit M: Folio 78v. Bibliothèque numérique de l'Institut de France. Manuscrits de l'Institut de France Manuscrits de la Bibliothèque de l'Institut de France Ms 2172-2187 RéserveManuscrits de Léonard de Vinci. Imagen recuperada el 3 de abril de 2024, de Fuente. Dominio público

La fórmula de Leonardo da Vinci se referiere al “grosor” o al "espesor" de todas las ramas de los árboles y de su tallo. El espesor se podría calcular usando el concepto matemático de área de una superficie. El área de una superficie de un objeto sólido es una medida del área total que ocupa la superficie del objeto. Uno encuentra el área de la superficie de un objeto sumando el área de cada una de sus superficies o caras. Por ejemplo, el área de la superficie de un cubo es el área de los seis cuadrados que lo cubren. El área de la sección transversal de cada rama de un árbol, según Leonardo, al sumarse equivale a la del tronco.

Más de 500 años después (2011), el científico francés Christophe Eloy, utilizando modelos computarizados, concluyó que los árboles, en general, siguen la fórmula de Leonardo y, al hacerlo, les ayudan a resistir el viento. El artículo fue publicado en Physical Review Letters, una revista científica revisada por pares publicada por la Sociedad Estadounidense de Física.

Un estudio posterior (2014), utilizando nuevamente modelos generados por computadora, concluyó que la regla de Leonardo da Vinci era correcta “cuando los ángulos de ramificación de las ramas hijas y los pesos de las ramas hijas laterales eran pequeños”.

Los Cuadernos de Leonardo da Vinci me siguen asombrando por su espléndida y exquisita variedad de temas, los cuales son hermosamente ilustrados, y por la curiosidad insaciable de este gran hombre del renacimiento cuyos descubrimientos, como este acerca de los árboles, están siendo confirmados en nuestro siglo.


La globalización: Paralelos en la historia

León sirio. Panel de ladrillo del Camino de Procesión que iba desde el templo de Marduk hasta la Puerta de Ishtar y el Templo de Akitu. Terracota vidriada, reinado de Nabucodonosor II (605 a. C.-562 a. C.), Babilonia (Irak). Actualmente en el museo del Louvre, Departamento de Antigüedades Orientales, Richelieu, planta baja, sala 6. Foto de Eduardo Alemán.
León sirio. Panel de ladrillo del Camino de Procesión que iba desde el templo de Marduk hasta la Puerta de Ishtar y el Templo de Akitu. Terracota vidriada, reinado de Nabucodonosor II (605 a. C.-562 a. C.), Babilonia (Irak). Actualmente en el museo del Louvre, Departamento de Antigüedades Orientales, Richelieu, planta baja, sala 6. Foto de Eduardo Alemán.

La historia, se dice, está en los ojos del espectador. Los persas obviamente no podrían haber visto la conquista que lideró Alejandro de Macedonia y sus falanges sobre un vasto imperio de satrapías de la misma manera que los macedonios o los romanos. Con la quema de Persépolis por parte de un Alejandro embriagado (o calculador) caía el imperio persa. Miles fueron masacrados, esclavizados o exiliados. No importan las leyendas de asimilación que nos transmitieron - como las de un Alejandro que respetaba las costumbres autóctonas de los conquistados o se indignara ante la destrucción de la tumba de Darío, que luego, mandaría a reparar - la destrucción y el caos que a cada estadío de sus campañas hubo de ocurrir y que se extendería hasta las orillas del río Ganges sería suficiente para consolidar el juicio sobre su personalidad en la historia. Aunque visionario debió ser un megalómano cruel y despiadado.

Brian Bosworth, en su brillante ensayo donde compara a Alejandro de Macedonia con Hernán Cortez, nos narra:

"Consideremos la escena final en el Gránico, cuando los 20000 mercenarios griegos quedaron abandonados en el campo de batalla para ser rodeados por el ejército victorioso de Alejandro, con la falange presionando su frente y la caballería acosando los costados y la retaguardia. El rey hizo caso omiso de su petición de cuartel, y se produjo una masacre. Independientemente de que el 90 por ciento fueran talados o no, como dan a entender Arriano y Plutarco, no hay duda de que muchos miles cayeron, y las circunstancias no habrían sido agradables. Dados los grandes escudos circulares de los griegos y su formación masiva, las heridas infligidas por las sarisas habrían sido predominantemente en la cara y la garganta; de lo contrario, en la ingle. Hubo una escena similar al final de la batalla del Hidaspes, cuando la línea de batalla india quedó atrapada por la falange y un cordón de caballería macedonia, y el horror de la matanza se intensificó por los elefantes enloquecidos atrapados dentro de su propia masa desorganizada de soldados e infantería y aplastando indiscriminadamente todo a su paso. Pocos comandantes han sido más expertos que Alejandro en crear las condiciones para una matanza masiva, y sus tropas desarrollaron una eficiencia terrible en la matanza. La conquista tuvo un alto precio en sangre y agonía. Es posible que vastas áreas del oeste hayan caído en sus manos sin resistencia seria, pero desde la gran rebelión de Sogdiana en el verano de 329 hasta su invasión del Makran en octubre de 325 hubo combates casi continuos, decenas de ciudades destruidas y poblaciones enteras, civiles y militares por igual, masacradas."

Otros, sin embargo, argumentan que no deberíamos apresurarnos en juzgar a Alejandro, hacerlo sería un anacronismo, al fin y al cabo, las guerras de conquista eran entonces tan comunes como necesarias. Sin las campañas de Alejandro, además, no se hubieran fundado ciudades como Alejandría con su gran biblioteca y escuela neoplatónica. Las rutas de intercambio cultural y económico entre el este y el oeste no habrían podido ser establecidas. Con la entrada del discípulo de Aristóteles y sus temibles legiones a los Balcanes, Egipto, Siria, Babilonia y la India, la historia simplemente progresaba en su afán de integrar a la especie humana.

Recordemos por un instante a Platón en su Critias o de la Atlántida, donde expresa una visión de la guerra en el pasado lejano y mítico como algo común.

“Los trabajos de la guerra eran entonces comunes a las mujeres y a los hombres…”

En el año 335 a. e. c., a solo unos años de fallecer Platón, los trabajos de la guerra serían nuevamente ordinarios en el mundo helénico. También parecían necesarios, al menos dentro de la corte macedónica, para consolidar lo que llamaban la concordia entre los griegos o panhelenismo.

En los finales del siglo XX los entusiastas de la globalización alababan el fin de la historia, o al menos de la historia que hacía de la guerra algo común e inevitable. Con la caída del muro de Berlín, la ideología de la globalización, esa especie de panhelenismo contemporáneo, estaba en su apogeo. La globalización como fenómeno se reflejaba en el incremento de los intercambios económico-comerciales y de tipo socio-cultural a nivel internacional. La incorporación de nuevos estados a sistemas financieros y bloques militares instituidos por los EE. UU. y Europa ocurría aceleradamente. A finales del siglo XX, la realización de ese noble sueño integrador que comenzó siglos atrás con los griegos y su anhelo de concordia parecía posible.

Pero si a Platón le pareció historia antigua eso de los trabajos de la guerra, para los entusiastas de la globalización a finales del siglo XX la paz habría definitivamente de durar muy poco. La globalización del siglo XXI, como la del siglo IV a.e.c. no estaría exenta de violencia. A solo una década del fin de la historia, la terrible pesadilla de la guerra inevitable reaparece e irónicamente en los mismos lugares por donde una vez marcharon las falanges de Alejandro. Afganistán, Iraq, Libia, Siria. Persépolis ardía nuevamente. Algunos increparán que estos conflictos no clasifican como guerras de conquista. Esto sin elaborar en el total de civiles masacrados en Iraq - figura que sobrepasa los cientos de miles - por la conquista de los hidrocarburos.

Hoy en día es Ucrania. En la voz del Kremlin la invasión de Ucrania no sería más que una operación militar especial. Paradójicamente son los Ucranianos los que defienden el modelo integracionista mientras los rusos justifican la invasión con una ideología anti-globalizadora que alude a la erosión de una cierta identidad ruso-eslávica establecida en el siglo X por Oleg de Nóvgorod (ver el artículo de Vladimir Putin "Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos"). Propaganda aparte, la narrativa de la globalización que se desglosaba a fines del siglo pasado se ha evaporado por completo en la segunda década del siglo XXI. En su lugar viejos nacionalismos resurgen. A la historia al parecer le gusta repetirse. Un conflicto nuclear entre Rusia y los aliados de Ucrania resultaría en la destrucción de la especie humana y el verdadero fin de la historia.

Citas

Bosworth, B. (2000). A Tale of two empires: Hernan Cortes and Alexander the Great. In A. B. Bosworth, & E. J. Baynham (Eds.), Alexander the Great in Fact and Fiction (Vol. 1, pp. 23-49). Oxford University Press.


Dickens y Schliemann

Fotos de Schliemann y Dickens extraídas de Wikipedia.
Retrato de Charles Dickens. Jeremiah Gurney, fotógrafo. Dominio Público. Fuente. Retrato de Heinrich Schliemann. Eduard Schultze, fotógrafo. Dominio Público. Fuente.

Charles Dickens en su famoso periódico semanal de fines del siglo XIX "All The Year Around" nos cuenta de Heinrich Schliemann, su vida y su método para aprender el inglés ("Dr. Schliemann", Junio 13 de 1874). Schliemann, famoso por excavar las ruinas de Troya y Micenas, era además un políglota que conocía 17 lenguas. Ambos se profesaron respeto y admiración en algún momento de sus vidas. Heinrich Schliemann visitó los Estados Unidos y Cuba entre el 1867 y el 1868 en un viaje de negocios. Como era su costumbre cuando viajaba, llevaba su diario y escrbía en el idioma del país en el que se encontraba. De este diario nos enteramos de que en la tarde del 3 de enero de 1868 asistió a la lectura de Dickens de "Un cuento de Navidad" en el Steinway Hal de Nueva York. Dos figuras importantes del milieu cultural de la segunda parte del siglo XIX comentan uno acerca del otro.

Dickens acerca de Schliemann y su capacidad para el aprendizaje de lenguas

"Para empezar, el joven Schliemann se dedicó con gran celo a aprender inglés. La necesidad le hizo dar con un recurso que le facilitó enormemente el estudio de las lenguas. Esto consistía en leer mucho en voz alta, nunca hacer traducciones, tomar una lección diariamente para no perder el sonido del habla desconocida, escribir composiciones sobre temas de particular interés individual y corregirlas bajo la mirada del maestro; aprender de memoria todas esas correcciones y recitarlas palabra por palabra en la lección del día siguiente. Su memoria no era buena al principio, porque no la había ejercitado desde la infancia, pero mejoró a fuerza de esfuerzo, y el muchacho aprovechaba cada momento libre. De hecho, incluso robó tiempo para poder aprender. Nunca iba a hacer un mandado, aunque lloviera, sin tener un libro en la mano y aprender algo de memoria; nunca hizo cola en el correo cuando esperaba para las cartas de su patrón, sin leer mientras tanto. Su memoria se fue fortaleciendo poco a poco y en seis meses dominaba por completo el idioma inglés. Por maravillosa que parezca esta afirmación, está ampliamente confirmada por las excelentes cartas en inglés que el Doctor escribió últimamente a la Academia, que no fueron traducidas, como suele ocurrir con las contribuciones de corresponsales extranjeros. Luego aplicó el mismo sistema al francés, que también dominó en otros seis meses, afirmación corroborada nuevamente por la circunstancia de que las primeras y poco conocidas obras del señor Schliemann fueron escritas por él mismo en el francés más elegante y sencillo. En efecto, debe poseer aptitudes para aprender lenguas, aunque él mismo sólo dé crédito a su aplicación, que ciertamente merece todo el crédito y estima. Estos estudios forzados y excesivos habían fortalecido tanto su memoria en un año que la adquisición de holandés, español, italiano y portugués parecía una tarea fácil, y no estaba obligado a dedicar más de seis semanas de aprendizaje a cada uno de ellos para poder aprender leerlos y escribirlos con bastante fluidez. Esto parecería casi increíble si no viniera de un hombre a quien nada caracteriza más que una veracidad severa y a menudo intransigente."

Schliemann acerca de Dickens

"Nueva York, 4 de enero de 1868. Fui anoche a la conferencia de Charles Dickens en la calle 14; conseguí un asiento por $3; El inmenso salón estaba abarrotado al igual que las galerías. Parecía tener unos 50 años pero estaba bien alimentado y preservado. Tenía ante sí un libro que nunca utilizaba porque se lo sabía de memoria y, cosa extraña, sin mirarlo, siempre pasaba las páginas al llegar al final de uno, tan bien que estaba familiarizado con él. Cada palabra tal como estaba en las páginas. Leyó un villancico (sic) —una composición de gosts (sic) y patrañas—, pero aun así, por la forma en que lo pronunció y por sus gestos, agradó a todos."

Jaques Monod: El segundo secreto de la vida

Jacques Monod
Jacques Monod, Premio Nobel, 1971. Dominio Público. Fuente.

Jacques Monod publicó su tratado filosófico El azar y la necesidad en el año 1970. Anteriormente había compartido el premio Nobel de fisiología o medicina junto a François Jacob y André Lwoff por elucidar el mecanismo de formación de proteínas en las células a través del mensajero-RNA.

Durante la ocupación nazi de Francia, Monod vivió una doble vida, diseñando experimentos en su laboratorio del Instituto Pasteur durante el día y llevando a cabo operaciones clandestinas como parte de la Resistencia por la noche. Llegó a ser promovido a comandante de las Forces françaises de l’Intérieur, en cuyo rol, según Sean B. Carroll, coordinó sabotajes y el asesinato de traidores que colaboraron con el Tercer Reich. En el verano de 1944, dirigió junto a otros oficiales los actos de insurrección que permitieron la entrada del general Patton a Paris y la eventual liberación de la ciudad.

Monod propuso el concepto de alostería, pilar de la biología que describe como las moléculas orgánicas se plegan de acuerdo a su estructura geométrica en ciertas zonas del ADN, expresando la producción de enzimas. Estas enzimas, encargadas a su vez de acelerar las reacciones bioquímicas dentro de las células, pueden ser activadas o inhibidas al acoplarse con otras moléculas específicas reguladoras. La alostería entonces funciona como un circuito de control eléctrico. Cuenta Agnes Ullmann, que un día, a finales de 1961, Monod entró en su laboratorio cansado y preocupado. Llegó, se sentó, y luego de permanecer en silencio por varios minutos, la miró fijamente y le dijo: “Creo que he descubierto el segundo secreto de la vida”. Se refería, por supuesto, a su concepto tan importante de alostería o regulación alostérica.

El azar y la necesidad es un libro brillante. Es un ensayo donde Monod expone elegantemente su concepción de la vida como resultado de la mecánica y la química del mundo inorgánico El papel que juegan la estructura y el funcionamiento de las macromoléculas (proteínas, ácidos nucleicos) en los procesos fundamentales que se desarrollan en todos los seres vivos es explorado con minucidad filosófica por el autor. Monod explica en su libro los procesos bioquímicos básicos y la complejidad cibernética celular que hace posible la vida. La fluidez conque se desenvuelve su análisis, la coherencia narrativa, la exposición de limitaciones científicas y paradojas epistemológicas, y la claridad general de su pensamiento demuestran su honestidad, rigor y profundidad intelectual.

Es cierto que Monod pareciera escribir con una cierta ingenuidad filosófica; y así se le atribuyen al El azar y la necesidad, específicamente los capítulos en los que extrapola de la biología implicaciones de tipo filosófico, varios epítetos como el reduccionismo o la arrogancia. Tengo el presentimiento que sus críticos están motivados por cierto rencor profesional devenido del entrometimiento de un hombre de ciencia en la filosofía (o quizás cierta nostalgia por los antropocentrismos) o la ignorancia de lo que constituye un pensamiento que sienta pautas paradigmáticas. Y es que este ensayo es un clásico en el que se exponen ideas profundas basadas en una ciencia naciente de la cual su autor fue uno de sus principales exponentes.

Concluye Monod que la vida es un resultado del azar y que, tal como lo prescribían los existencialistas de su generación, el deber del ser humano entonces “no está escrito en ninguna parte. Puede este escoger entre el Reino y las tinieblas.”

A continuación, dos fragmentos del libro, una lista de lecturas y una entrevista suya, la cual he traducido al español.

Fragmentos, El Azar Y La Necesidad, de Jaques Monod.

“Sólo el azar está en el origen de toda novedad, de toda creación en la biósfera. El puro azar, el único azar, libertad absoluta pero ciega, en la raíz misma del prodigioso edificio de la evolución: esta noción central de la biología moderna no es ya hoy en día una hipótesis, entre otras posibles o al menos concebibles. Es la sola concebible, como única compatible con los hechos de observación y experiencia. Y nada permite suponer (o esperar) que nuestras concepciones sobre este punto deberán o incluso podrán ser revisadas.
"…todas las propiedades de los seres vivos reposan sobre un mecanismo fundamental de conservación molecular. Para la teoría moderna, la evolución no es de ningún modo una propiedad de los seres vivos, ya que tiene su raíz en las imperfecciones mismas del mecanismo conservador que constituye su único privilegio. Es preciso, pues, decir que la misma fuente de perturbaciones, de «ruido» que, en un sistema no vivo, es decir no replicativo, aboliría poco a poco toda estructura, es el origen de la evolución en la biósfera, y demuestra su total libertad creadora, gracias a este conservatorio del azar, sordo al ruido tanto como a la música: la estructura replicativa del ADN.”
Citas

Carroll, Sean B. Brave Genius: a Scientist, a Philosopher, and Their Daring Adventures from the French Resistance to the Nobel Prize. New York: Broadway Books, 2014.

Monod, Jacques. Chance and Necessity: an Essay on the Natural Philosophy of Modern Biology. London: Collins, 1972.

Agnes Ullmann, In Memoriam: Jacques Monod (1910-1976), Genome Biology and Evolution, Volume 3, 2011, Pages 1025-1033, https://doi.org/10.1093/gbe/evr024

Aquí una entrevista con Jaques Monod en YouTube que he traducido al castellano.


Los Pasos Perdidos de Alejo Carpentier.

Al comienzo de su ensayo “Borges, Neruda y Pessoa: el Whitman Hispano-Portugués” publicado en su libro El Cánon Occidental el crítico literario estadounidense Harold Bloom nos recuerda que Alejo Carpentier fue uno de los tres fundadores del boom de la literatura hispano-americana del siglo XX junto a Borges y a Neruda. Bloom, además, vaticina que el tiempo se encargará de ubicar a Carpentier en la cúspide como el más importante de todos los escritores latinoamericanos de su tiempo.

Dentro del magnífico opus carpenteriano, Los Pasos Perdidos es la primera novela del autor que leí y continúa siendo mi favorita. Novela magnífica en la que contemplamos el accionar de personajes en su conflicto con el tiempo y la naturaleza.

Fragmento, Los Pasos Perdidos, de Alejo Carpentier.

“Es indudable que la naturaleza que aquí nos circunda es implacable, terrible, a pesar de su belleza. Pero los que en medio de ella viven la consideran menos mala, más tratable, que los espantos y sobresaltos, las crueldades frías, las amenazas siempre renovadas, del mundo de allá. Aquí, las plagas, los padecimientos posibles, los peligros naturales, son aceptados de antemano: forman parte de un Orden que tiene sus rigores. La Creación no es algo divertido, y todos lo admiten por instinto, aceptando el papel asignado a cada cual en la vasta tragedia de lo creado. Pero es tragedia con unidades de tiempo, de acción y de lugar, donde la misma muerte opera por acción de mandatarios conocidos, cuyos trajes de veneno, de escama, de fuego, de miasmas, se acompañan del rayo del trueno que siguen usando, en días de ira, los dioses de más larga residencia entre nosotros. A la luz del sol o al calor de la hoguera, los hombres que aquí viven sus destinos se contentan de cosas muy simples, hallando motivo de júbilo en la tibieza de una mañana, una pesca abundante, la lluvia que cae tras de la sequía, con explosiones de alegría colectiva, de cantos y de tambores, promovidos por sucesos muy sencillos como fue el de nuestra llegada.”
Citas

Bloom, Harold. The Western Canon: the Books and School of the Ages. Basingstoke: Papermac, 1996.

Carpentier, Alejo. El Reino De Este Mundo ; Los Pasos Perdidos. Mexico, D.F.: Siglo Veintiuno Editores, 1985.

Alejo Carpentier en el periódico Granma. Foto: Walfrido Ojeda
Alejo Carpentier en el periódico Granma. Foto: Walfrido Ojeda. Fuente: Biblioteca Nacional de Cuba.